Mis
ojos se volvieron lucidos como ríos embravecidos, gire inmediatamente, entonces
sucedió lo inimaginable, un ser como yo jamás quiso enamorarse, lo sabía y era
difícil para mí aceptarlo, pude tener lo que siempre quise, obtenerlo por
medios propios o utilizar a alguien más, lo obtenía todo, pero jamás obtuve la sensación
de sentir amor, pero, como para mí el apego afectivo no me conmovía, prometí no
enamorarme ni querer a nadie más, porque, a pesar de todo siempre eh visto
partir a lo que en algún momento adore, veneré e idolatré, me propuse a que los
sentimientos fueran cosas aborrecibles que solo vivirían en el pasado, en mi
pasado, y, el día que llegara suceder algo semejante, lo desecharía como un
guante al cesto de la ropa, pero para mi mayor asombro, en ese instante lo
admito, olvide todo, olvide lo que era estar en este plano mortal y mis
instintos se volvieron humanos, aquel que niega sus impulsos, está olvidando
todo lo que nos hace sentir vivos, en aquellos instantes, sentí que volvía a
vivir, percibí que algo en mi comenzaba a removerse. Como atraída por un imán
volteo a verme, tal vez por casualidad, tal vez por percepción, no lo sé.
Sostuvo su mirada ante mí, sus ojos, su mirada perfecta, un verde celestial,
pupilas verdes como el mar en calma y de brillo insostenible. ¡Que ojos!
Fue en
el preciso instante en el que llegamos a un pacto, solo con la mirada. Me
observo con una intensidad como la de los volcanes en erupción, tan vivos, tan
ardientes. Esos ojos tenían vida, brillantes como cañones a mi corazón... la vi
tan cerca, tan cerca de mí, sentía que podía tocarla con las yemas de mis
dedos, tan suave como las alas del colibrí y tan perfecta como “Marlozina”, la
musa de Apolo D´Cornelious, mis pupilas se abrieron como cascadas, mi cuerpo se
pasmó en un solo instante, ella tan perfecta, sostenía la mirada, el verde de su
mirada era de un esplendor real, podía ver el cielo y el infierno a través de
su cristalina mirada, me causaba una inexplicable fascinación, ni el más grande
poeta hubiese podido perfeccionar tan bella lirica con solo observarla, jamás
exagero nada, pero, ¡Que hermosa era!, nacida de la tierra, la belleza ideal
era su carta de presentación, era de una fabulosa realidad, su cabello claro,
casi dorado caía por las sienes como rayos de luz, las puntas de su cabello
tocaban la blancura de sus desnudos hombros, como incitándola al pecado, un
brillo y una vivacidad insostenible se asomaba por la delgada línea de su
sonrisa, eran rayos como estrellas al anochecer. Entonces sonrió solo un poco y
los hoyuelos en el satén rosado de sus suaves mejillas, hacían que de mi alma
se escaparan enormes injurias de amor y deseo. Brillaba de entre todos los
presentes, y para mí el mundo se oscureció, dejando entrever a través de la multitud
la perfecta luz que emanaba de su ligero cuerpo.
Los detalles están tan grabados en mi mente como
si hubiese sido ayer, tan grabados y ahora definidos en cada matiz y en cada sílaba
pronunciada, turbado y estupefacto, alcé mi copa, lo acerque a mis labios y bebí,
ella desvió un poco la mirada hacia algún sitio, el cual no identifique, el aterciopelado
escote de su pecho, me agito la respiración, era una diosa en la completa
extensión de la palabra, el lunar en la comisura del labio superior derecho no
escapo a mis ojos, así como los demás rasgos que de ella emanaban como sus
pestañas y el vello delicado y delgado claro de su barbilla, el matiz de su
vestido escarlata con mangas de armiño que dejaban entre ver unas manos
patricias y el agonizante matiz
transparente del color de sus uñas en sus dedos tan vivos como las
auroras en el cielo.
Nadie parecía percatarse de mi sentir, de mi
agónica y desfalleciente respiración más que ella, entonces como para
cerciorarse que seguía ahí volvió a mirarme y lo descubrí entonces. Sus ojos eran un poema, en el que cada
mirada era un canto.
Sonrió inexplicablemente y pareció disfrutar mi
suplicio, con un delicado movimiento llevo su lúcido cabello tras su oído y
pude contemplar más lunares entre la luz de los candelabros y el fulgor de las
velas en su molde, yo, incapaz de moverme quede pensativo, sin lugar a dudas
era de una belleza sobrenatural, encendió mis ojos como tizones al rojo vivo,
la respiración volvió a ser como la de un caballo en el frio invierno, entonces
deje a un lado mi copa y me acerqué lentamente para intentar conocer a
semejante damisela...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario