Jezz sintió miedo, esa sensación que se logra sentir
hasta la medula de los huesos, su mente relampagueó y su corazón dio tumbos
como los de un tambor, trato de imaginarse en otro momento más tranquilo y luego
para que su mente no jugara con él, trato de cambiar el todo el contexto de ese
aterrador momento.
-Hermano, que haces ahí, pensé que no te ibas a mover,
eres una piedra cuando duermes, ¿lo sabes? -Esas palabras lo tranquilizaron un
poco, al mismo tiempo que terminaba de decir eso, descendió el último escalón, cuando volvió a alzar el rostro, "aquella sombra" había
desaparecido en su totalidad. Jezz se acercó un poco más al ángulo que daba la
visión directa de la entrada de su habitación y logro percibir que en la
entrada de su cuarto la puerta estaba entre abierta, puso uno de sus pies de
puntas y alcanzó observar un pequeño destello de luz de aquella luna sombría.
<<Mira
que pararse y quedarse como estatua mirando a uno, no es normal>>.
Avanzo con sus mismos pasos torpes, entro la cocina,
busco el interruptor y encendió la luz de la cocina. Para su fortuna fue uno de
los únicos focos y apagadores que no se habían estropeado.
El agua comenzó a descender como una cascada libre a
través del vaso de cristal. Las gotas del vaso se deslizaban por su garganta
como una sensación de alivio delirante.
Jezz emprendió su ascenso a su cuarto, no sin antes
haber apagado el interruptor de la cocina para apagar el foco. El ascenso fue más
fácil que el descenso, su vista se había acostumbrado ya un poco más a la
obscuridad.
Al tratar de entrar al cuarto, la puerta ya estaba
cerrara en su totalidad, antes de entrar se detuvo a recordar que cuando el bajo
las escaleras, la puerta estaba abierta <<vaya,
que raro>>. Cuando entro a su cuarto. Vio el montículo que formaba
las cobijas sobre el cuerpo de su hermano.
Se quedó de pie por tal vez dos minutos, contemplando
algo raro, no sabía que era, pero el panorama era extraño, el silencio se hizo más
que presente y un olor a humedad albergó el cuarto inundándolo con el dominante
aroma de la desesperación. Camino hacia la cama para sentarse y acostarse una
vez más.
-Sii me hubieras dicho que no ibas a estar
dormido del todo te hubiera jodido menos para, que levantaras tus pesados pies
y te movieras de lugar, estas muy ancho. – Jezz se expresó de manera confusa y
casi mareada.
Al mismo tiempo que se acostaba, noto que el bulto del
cuerpo de su hermano se veía más grande de lo que el recordaba. Jezz se dio
media vuelta y al tratar de moverlo, se
dio cuenta de que pesaba más que unos minutos antes...
-Hermano, ¿estás bien? - Pregunto un poco temeroso.
-Claro, estoy bien, ¿porque?
El sobresalto y la impresión que se llevo fue muy
grande al darse cuenta que la voz venía de la entrada de la habitación.
Su hermano estaba parado en la entrada de la puerta,
inmóvil y con su short de color gris, traía un vaso de agua en la mano y en la
otra algo que parecía un mazo.
-Si hermano, estoy bien… ¿Y tú? – El terror domino por
completo a Jezz, cuando se dio cuenta que había una tercera voz que venía de
aquel bulto acostado a su lado. El miedo lo inundo y profundizo en sus más
profundos temores, en sus más terribles pensamientos, el cuerpo desfalleció y
sus manos temblaron con la pesadez de un frio invernal.
Jezz se volvió lentamente
para corroborar que en efecto, había una tercera voz ahí, estaba a su lado, no era la de su
hermano. Su hermano se mantenía de pie en la entrada, pero no alcanzaba a ver
su rostro, solo la mitad del cuerpo, seguía, inherte, inmovil.
Un traqueteo de dientes se escuchó en la cama,
murmullos abrazaron el temor de Jezz que crecía y crecía, conforme se daba
cuenta de que lo que estaba a lado de él era alguna clase de ser infernal que
permanecía muy quieto. Jezz giro sobre si mismo, con temor, con una sensación helada,
de suspenso e intriga, quería ver lo que realmente estaba a lado de él.
Cuidadosamente, alzo un poco las cobijas
para completar su curiosidad.
Jamás vio, algo tan horrible en su vida, algo que en
las películas de terror asusta a los niños y daba pesadillas a los adultos,
algo que en su vida jamás pudo creer ver, postrado a su lado, esos ojos rojos
lo devoraron, esos ojos, eran la visión de la muerte, la visión del miedo más
profundo de un ser humano, esos ojos rojos, ojos rojos, ojos rojos como la
sangre...