El sonido surgió como la tintineante campana de una
iglesia, sórdida, seca y profunda, pesada como un costal de huesos, un sonido
desorbitante y perturbarte en un momento en el que aquel reloj de madera opaca marcaba
diez para las tres de la madrugada. Las luces caían pálidamente en nuestros
rostros, ojos destellantes y burbujas tintineantes, siempre el destello de
aquella luz observaba cada uno de los rincones de aquel lugar como efectuando
una revisión inesperada.
Nadie dijo nada, el silencio reino, las voces se
esfumaron junto con las sonrisas de aquel, que fue un momento irónico y de
palabras estremecedoras, ahogadas en nuestras gargantas, en nuestros
pensamientos confundidos. Fue nuestro sobresalto, pues precisamente en aquel
momento estábamos contando historias sobre él.
Al fin, después de unos segundos de largo silencio, el
sórdido sonido de sus articulaciones se escucharon al levantarse de aquel sofá en
donde estábamos todos. Quejándose en su mirada por el cansancio al caminar,
mismos sonidos secos, asaltaron con fuerte golpe a mi espina dorsal y no dudo
que los demás tuviéramos la misma sensación. Con temor y en silencio avanzo por el pasillo, ante las miradas
radicales de todos nosotros, puestas en él.
-Quien será a esta hora... –Volteó, como
preguntándonos a todos.
Nadie respondió nada. Las siluetas seguían dibujándose
entre las pisadas, entre cada latido, entre cada suspiro. Una lanza de
confusión reinó en el lugar. Ya a lo lejos se veía. Ya casi llegaba. Pero tenía
miedo, se notaba en sus expresiones pálidas, tal vez sentía nervios y miedo, ¿porque no? de exclamar alguna
pregunta, pero lo hizo, con voz tambaleante y entrecortada.
-¿Qu…quiien es? ¿Que desea?
El viento le respondió con otro sonido espeluznante de
ira en invierno. Sonido lúgubre... como cuando
las hojas ruedan por el suelo, secas y abandonadas, sin sentido. Sentí
miedo.
Silencio total. Silencio total…
-¡Quien es! ¡Eh dichoooo! –Se volvió hacia nosotros
con una mirada confusa y pensativa…
¡La puerta se abrió de un golpe endemoniado! Con
fuerza desmedida, un ejército de rencor se abalanzo sobre aquella puerta
desquebrajada por el paso de los años, tan pesado y ligero a la vez. La fuerza
del señor viento entro con toda su majestuosidad haciéndose notar entre todos
los presentes. No lo podía creer. La silueta se congelo en la entrada de la
puerta, en señal de autoridad, en sinónimo de reclamar algo que le pertenecía. ¡Oh
dios, su expresión inerte!, sin gesto alguno, frio, como un cadáver. Eso, eso fue
lo que más me atemorizó.
A lo lejos, a lo lejos ¡lo alcanzó a ver! Estaba
postrado en un árbol descansado, con su mano larga y sin vida al aire, postrado
como si fumara un cigarrillo. No era el rojo del cigarrillo lo que
brillaba entre esa obscuridad eterna,
llena de furia, no, era su mirada. Ojos de fuego, incandescentes, transparentes,
hipnóticos !Brillaban!, si !Brillaban! Era eso que lo miraba quitamente, como
una bestia a punto de cazar. A punto de abalanzarse sin piedad. Estaba ahí...
-¿Que sucede? Responde por favor -Se escuchó a lo
lejos. Una voz de entre todos nosotros trato de sacar de trance a todos los que
estábamos estupefactos ante semejante imagen de aturdimiento e interrogante.
-¡Responde!...
Pero no hubo respuesta. Todo en calma, hubo silencio,
demasiado silencio, y ¿saben algo? era aterrador. Ya nada fue lo mismo. Hubo miradas con
interrogantes, miradas confusas, todas se postraban ante el, inerte e
indefenso, parado en la puerta, quieto, en calma, en paz, el viento seguía
soplando como si con ella se llevara la paz entre sus alargados suspiros. Nadie
mas vio lo que paso, solo vimos como la puesta con un chirrido horrible se fue
cerrando poco a poco. Dejando así dentro de la casa un puñado de ojos con olor
a putrefacción y humedad.
En cuanto la puerta dio el último chirrido, se cerró
de pronto, mi amigo cayó al suelo como si un rayo lo hubiera fulminado y
apagado al instante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario