lunes, 20 de agosto de 2018

El Llamado (Parte 4)


Las palabras cayeron a mis oídos como poderosos truenos y relámpagos, cargados de intriga y tentación, a pesar de que estaba ante una situación extremadamente extraña, y ante la silueta de alguien a quien yo había o creía conocer, no sentí miedo, al contrario, una paz abordo mi corazón y mis pies permanecían plantados en el suelo relajado, mis manos, no se habían entorpecido, y yo, yo miraba directamente hacia “el” a la altura de lo que yo creía, estaban sus ojos.

-¿Eres tú? –Le dije tranquilamente y sin titubeos.

-¿Yo?, y ¿quién crees que soy yo? –Permaneció quieto, no movió ni un milímetro de su cuerpo, las manos estaban a unos centímetros despegados de su torso, sus pies, parecían dos robles, viéndolo más detenidamente, me resulto que era extremadamente grande, más de dos metros de altura y muy corpulento.

-Te eh soñado, tienes que ser tú.

-Gritaste mi nombre en múltiples ocasiones, me has hablado inconscientemente, eh notado tu frustración. Bien, hazlo ¿Qué deseas?

-Por qué te has tomado la molestia de aparecer de esta manera.

El silencio reino durante unos pocos segundos, segundos que me resultaron una eternidad, ninguno de los dos movimos un solo musculo, el me miraba, yo lo sabía, y yo hacía lo mismo, mi corazón cabalgaba lentamente en mi pecho, yo procuraba mantener en perfecta armonía con mi respiración, pero el silencio, ¡el silencio me estaba matando!, creo que iba a continuar la conversación yo, pero recordé que alguien me dijo un día, que después de una pregunta y un silencio prolongado, el que habla primero pierde. Pero ahora era diferente, no sabía que pasaría, ¿estaría seguro?

-Es un buen consejo. Tu capacidad para razonar la situación sin hacer algo incorrecto es de admirarse. Necesito a gente como tú, por eso estoy aquí. –Me interrumpió asombrosamente.

Mis pensamientos fueron sorprendidos como tropas en una guerra fugaz, “El” no podía perder, ¿quién era yo?, mis huesos se intensificaron y se situaron como el hierro, di un trago de saliva que carraspeo mi garganta seca, haciéndome respirar un poco más fuerte, al hacer esto, pude escuchar perfectamente como entraba el aire por mis pulmones.

-En verdad sentía frustración. –Corte el silencio.

-Logro sentirla en estos instantes, piensas que has caído en el agujero más grande de tu vida, odiaste a la vida misma, los placeres que te rodeaban los vistes insignificantes, siempre queriendo más y más, sin saber cuándo detenerte, consiguiendo lo que tus sueños querían. Aún no pierdes nada, ¿Por qué lo has hecho?

Me quede sin palabras, sentía las bofetadas de sus crueles palabras tan calientes como el sol de verano a medio día, me ardían los pies y mi rostro realizó una mueca de desagrado.

No dije ni una sola palabra, pues en sus palabras encontraba la mentira, la mentira más desencajada, pero que a la vez, me hacía pensar que decía la verdad, más el caso es que, a pesar del tiempo que llevaba de bloqueo mental, jamás pensé semejante idea, era muy poco tiempo como para que esas ideas penetraran en mi mente, no encontraba lógica y coherencia, tarde o temprano iba a superar la crisis, a mi parecer no resultaba tan malo. Eran solo cinco meses, ¡maldita sea! ¡Cinco meses!, mis dedos temblaban, pues el tono usado era de absoluta firmeza y revelación, comencé a dudar ¿en verdad había dicho eso?, a lo lejos escuche un murmullo…

-Si lo hiciste…

¿Lo hice de verdad? ¿En qué momento? ¡Mentiras estúpidas!, ¡Mentiras huecas, banales!, yo jamás pensaría algo así, mantenía una vida increíble, una vida llena de cariño, amor y comprensión, si en algún momento esas ideas llegaron a pasar por mi mente, fueron solo producto de un largo cansancio, tal vez frustración, pero no de completa desesperación,. Aun así, sus palabras resultaban tan sinceras, ¿Por qué estaba dudando? ¡Era una mentira!, pero ambos sabíamos que una mentira repetida muchas veces terminaba por convertirse en verdad. Comencé a creerle, mis pies temblaron y mi respiración comenzó a prolongarse en largas aspiraciones de aire horrido, tal vez si tenía razón, ¿Por qué dudaría del?, tal vez el mismo efecto resulta tener la relación entre un vendedor y su cliente, donde el te crea la necesidad de comprar algo que no necesitas, el sembró la duda en mi cabeza y mi seguridad había flaqueado, ahora lo sabía, me encontraba en sus manos.

-No creí que, que fuera de esa manera, ¿Por qué? –Miraba al suelo, con una mirada extraviada, sumida en mi propia inconsciencia, no podía alzar el rostro, mis ojos comenzaron a volverse cristalinos, algo cayo por ellos, un diamante frio y vacío.

-¿Qué deseas? –Profirió con un tono curioso.

-Nada. –Respondí sin alzar la mirada.

-¿Qué deseas?

-Nada, no necesito nada, solo que te largues. –Inmediatamente, se escuchó una enorme carcajada que me obligo a levantar un poco la vista, lo suficiente como para ver que se acercaba a mí, con esos pies, que, Dios, ¡Dios!, eran, eran inhumanos, eran…

-¿Qué deseas?

-Nada ¡Vete!

-¿Qué deseas?

Y para este instante, me acobarde, no levante más la mirada, pues ya se encontraba a tan solo unos pocos pasos de mí. Entonces se detuvo y permaneció quieto, con esos pies inhumanos justos, en señal de espera.

-Vete, no deseo nada.

-Ambos lo sabemos, y si no te atreves, te obligare a pedirlo. Lo haré una última vez, ¿Qué deseas?

Contuve la respiración y vomite las palabras como si fuera una resaca.

-Terminar, terminar la mejor de mis obras, lo quiero, lo deseo, por favor, quiero terminarla, salir del camino de la confusión, obtener ese placer extraño, pero ya lárgate por favor…

A continuación, todo se volvió confuso, me obligo a alzar el rostro, puso uno de sus dedos con garras negras, con la piel descarnada tan pálida como el mármol en mi corazón y comenzó a remover algo que no lograba comprender, pero que dolía como mil espadas atravesando mi estómago, lo más curioso fue que no me doblegue y permanecí de pie, unos segundo después el mismo dedo fue colocado en mi cabeza, a la altura de mi frente. No pude definir el rostro porque sentía desmayarme, su rostro se fue perdiendo entre una densa nube grisácea, con el olor de mil troncos quemándose en el fuego. Antes de caer al suelo, entre murmullos lo escuche.

-Ahora tienes el don, úsalo de la mejor manera posible, explótalo al límite, pronto te necesitare, quiero que estés preparado, pero eso será, cuando hayas…

No pude comprender el balbuceo de sus palabras pues me desvanecí por completo entre las sombras del denso humo y con un aroma parecido al acre y al azufre... (Continua...)



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