Tres horas después entro mi esposa, algo había
cambiado en mí, sentí que su presencia me había resultado molesta, sin hacer el
menor ruido se acercó lentamente a mí y puso una mano en mi hombro, sin dudarlo
ni un segundo continúe escribiendo, mis dedos parecían marionetas controladas
por las lejanas vejaciones producidas por mi mente, era como un arroyo, como un
rio que sigue un cauce y que no se ve interrumpido jamás, pero el sentir solo el
roce de su mano basto para perder un poco mi idea, necesitaba absoluta soledad,
absoluto silencio, realizaba lo impensable para mí, después de tanto tiempo me
sentí vivo, sentía que estaba haciendo algo de nuevo con mi vida, era lo mejor
que me había pasado. Moví ligeramente mi hombro y ella supo que necesitaba
concentración, la amaba por ello, intuía lo que necesitaba, cuando lo
necesitaba, como lo necesitaba, su mano se deslizo de mi hombro suavemente como
agua caliente en un día helado, consiente y claramente escuche sus pasos
alejarse hacia la entrada. Deje un momento de golpear las teclas, mire de re
ojo y vi cómo se alejaba lentamente, no dije nada, ni una sola palabra, en un
pequeño lugar de mi cordura me hacía sentir que todo estaba bien y correcto, no
puse mayor énfasis, la vería en unas horas posiblemente, tal vez al día
siguiente, no lo sé, no sabía, lo que a mi cabeza llegaban eran ideas, ideas
exorbitantes, lugares, personajes, sitios, momentos, sangre, crímenes, todo al
mismo tiempo, tenía que ir anotando las ideas para que estas no se me
olvidaran, era el caos total en mi cabeza, pero supe cómo controlarlo, y,
después de tres horas o quizá cuatro horas pude encontrar el cauce a mi
historia, y así mantener un orden para ello.
Llego el momento en el que mis ojos no pudieron más
y estos se cerraban lentamente mientras mis manos seguían produciendo un ruido
incesante de repiqueteos, estaba escribiendo prácticamente con los ojos
entrecerrados, moría de sueño pero mis dedos no dejaban de juguetear tan
alegremente como niños en el parque, mis ideas se concentraban tan
detalladamente que no me detenía ni un solo momento, ningún instante para
pensar, ni reflexionar, era algo increíble, y aunque muriera de sueño, no
pararía hasta que simplemente el sueño me venciera y dejara a mi paso solo un
cuerpo indefenso en un escritorio una silla, papel y una máquina de escribir
vieja color azul. Mis pensamientos perturbados e insistentes por la sangre, me
llevaron a tener un pequeño sueño mientras escribía, el cual, a mi sentir, me
provocaron escalofríos. Me encontraba en medio de un bosque inmenso, entre
neblina, hacía frio mucho frío, lo abducía por el vapor que de mi boca emanaba,
estaba sentado, recargado sobre un árbol, no podía identificar la hora del día,
solo sé que miraba hacía los árboles en una cierta dirección hacia una zona
oscura dentro del bosque, -poco después me daría cuenta que esta escena la escribí
sin darme cuenta en mi libro-, sentado, solo, con el frio quemando mi piel,
“eso” salió del bosque, era una clase persona que caminaba lentamente, entre la
neblina, no pude visualizar quien era, o como era, solo –creía yo- era una
persona por su forma humana, entonces se detuvo, me miraba, entre la densa
niebla, y yo, yo sentí que mi corazones se agitaba, se iba a salir de mi pecho,
sin más y sin nada. Esa silueta dio media vuelta y se adentró al bosque de
nuevo, no sin antes proferir una carcajada infernal que me erizó los vellos de
los brazos, fue en ese preciso momento que deje de escribir y abrí enormemente
los ojos como dos lunas llenas, estaba sudando y solamente en ese instante, mis
dedos dejaron de escribir, temblaba un poco, mi respiración era agitada, como
si hubiera corrido un maratón, Mi corazón, como el tamborileo de una orquesta. Desperté
con un gran sobresalto, mis dedos vibraban, estos se encontraban a tan solo
unos centímetros despegados de las teclas, vi las últimas palabras que había
escrito en el pedazo de papel, y al verlas, no pude resistirme a leerlas en voz
alta:
-Ahora está aquí, y, tú lo sabes.
“El Ocaso de los dioses” de “Wagner” desgarraba
el interior con la estruendosa orquesta de su inmisericorde y siniestra
composición, así, justo en el instante que terminé de leer las palabras, alcé
la vista, la ventana que estaba frente a mi permanecía abierta de par en par,
dejando ver a través de si, una densa oscuridad de la cual sentí mucho miedo. Al
instante en el que estaba a punto de levantarme para ir a dormir y parar por
ese día, una pequeña nota entro volando por mi ventana, cual alguien la hubiera
arrojado, cayó tan lentamente a mi escritorio que me, me pareció como una pluma
de ave, tal vez fue solo mi percepción, sigilosamente alcé el papel con
cuidado, en el reverso estaba escrito algo, algo que yo ya sabía que decía,
pero al comprobarlo, un súbito escalofrío penetro hasta la medula de mis
huesos, pues, eran las mismas palabras que había escrito anteriormente, pero
con una pequeña diferencia, que me heló aún más la sangre:
-Ahora, estoy aquí, y, lo sabes. ¡Sal, te estoy
esperando!
No puedo calcular cuánto tiempo permanecí con la
nota entre mis dedos, analizando cada palabra, sin lugar a dudas, era una muy
buena broma, fuera quien fuera que la realizara, más sin embargo, la parte
incrédula de mi cabeza me decía que durmiera, era solo parte del cansancio, por
el lado contrario, la parte curiosa en mi mente, me cuestionaba, que debía
salir y comprobar que era lo que estaba sucediendo. Decidí optar por razonar más
detenidamente las cosas. Me levante tan pesadamente que me sentí como si fuera
un muerto andante, arrastrando los pies, me acerque al megáfono y Wagner dejó
de acompañarme por esa noche. <<Vaya,
cuanto silencio>>, mi respiración era tan audible que me comencé a
sentir nervios, mi corazón latió con un mayor brío, de, pie, inerte, con el
único sonido de la noche más que mi respiración, comencé a caminar hacia el
escritorio, mis pies sonaban como si trajera dos enormes botas sobre el suelo
frio, visualice el avance de mi libro, eran bastantes hojas, ¿para cuatro
horas?, ¿cinco?, había perdido la noción del tiempo y el espacio. Mi mirada, inconscientemente
se desvió por inercia hacía la noche, entonces, volví a recordar todo, un
súbito frío trepo como enredaderas por mis piernas, impidiéndome poder moverme,
para salir del momento tan tenso en el que me encontraba, decidí silbar una
pequeña melodía, mis silbidos eran en su totalidad de nervios y miedo, combinados
con desesperación y locura, el silbido era cada vez más rápido y sin darme
cuenta, mi respiración se encontraba similar, el traqueteo de mis dientes
comenzó a aparecer mis pies se movieron como si quieran bailar, los talones
iban de arriba abajo, mientras las puntas permanecían fijas en el suelo.
Un susurro a lo lejos aclamó como un suspiro las
palabras <<ven>>. Este se
perdió entre la densa oscuridad de la venta y el silencio de mis movimientos.
Como si estuviera atraído por una fuerza extraña y con la mirada fija, sin
vacilar, subí al escritorio, pase lentamente un pie, luego otro pie a través de
la ventana, me adentre a la oscuridad en la que yo tantas veces en el día había
visto como una salida a mis fantasías y pensamiento, y, que ahora la vería como
una puerta a una dimensión desconocida y siniestra. Indudablemente, la elevación
no era la misma, pues al caer sentí que
había saltado una altura que va poco más allá de los dos metros, cuando la
ventana solo se encontraba a una altura de poco más de un metro, pero, al caer
- y a pesar de la densa oscuridad-, todo parecía ser exactamente igual al patio
de mi casa, las mismas plantas, los mismos utensilios, las pierdas acomodadas
de la misma manera, el agua que juntábamos para poder lavar las cosas, todo,
todo era absolutamente igual, pero había algo extraño en el ambiente, un aroma
horrible, como podrido, como acre… curiosamente, no podía escuchar nada, el
silencio era absoluto, en ese preciso momento, mi corazón era insondable, mi
respiración era ligera como el soplido del viento más puro, ningún animal,
nada, absolutamente nada…, hasta que, sus pasos comenzaron a escucharse tan
livianamente por el sendero de la entrada de mi casa y el de los árboles.
Recordé el sueño que había tenido, el cual –inconscientemente- escribí en las
hojas.
Me dije a mi mismo, <<va a
salir en este instante, pero ¿quién es el?>> incluso en la
interminable oscuridad, justo, en aquel espacio de la entrada, se comenzó a
dibujar una silueta enorme, la luna iluminaba muy poco, pero lo suficiente para
verlo, para ver su silueta, para ver como alzaba algo horrendo que parecía una
mano, una mano-garra, con uñas filosas y piel descarnada, me señalo con el dedo
índice, con su garra enorme, ahí estaba, ¡Lo podía ver, Dios mío! Situado
frente a mí, mirándome, señalándome, así
pues, con una voz gutural de las catacumbas, con la voz más desconcertante y
ansiosa que jamás, jampas en mi vida haya escuchado, me dijo de entre las
tinieblas:
-Nada, es casualidad. Hazlo rápido, venga
muchacho, aquí me tienes… (Continua)
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