martes, 31 de julio de 2018

El Llamado (Parte 1)


Si yo hubiera sabido que aquellas palabras iban a ser las ultimas que le iba a decir, le hubiera expresado algo más que un <<cierra la puerta, pronto terminare, por cierto el té siempre te queda delicioso y las galletas saben siempre tan bien, gracias>>. Posiblemente  mis últimas palabras hubieran albergado la expresión más amorosa que jamás le haya exclamado, él Te Amo más caluroso y afectivo, pero no, no fue así, me arrepiento de ello, no se las dije y jamás podré decírselas ya…

Últimamente me había enfrascado tanto en mi trabajo, tenía que terminar el libro, mi editor me lo exigía y yo había sufrido meses anteriores el tan famoso “bloqueo del escritor”, por más que lo intentaba, no podía escribir nada, ni, incluso la idea más sencilla –aunque pasara frente a mis narices-, era, muy difícilmente procesada y digerida la idea por mi cabeza, mis pensamientos se habían bloqueado, me sentía como un atleta que acaba de regresar de una lesión y le es imposible correr y practicar libremente sus rutinas como si estuviera en el mejor momento de su vida, cuando intentaba escribir algo, mi mente se apagaba automáticamente, pasaba horas sentado, mirando las teclas de mi máquina de escribir, y juro que no podía materializar nada. Las ideas en ciertos momentos llegaban a mí, pero cuando procedía a darles forma escribiéndolas, estas se desvanecían cual humo de una fogata. Me sentía inútil, lo más preciado para mí, lo que me daba de comer a mí a mi esposa, lo que nos permitía sobrevivir día a día, estaba desapareciendo.

Ese toque especial de magia se iba desvaneciendo como la nieve al salir el sol. No sabía él porque estaba sucediendo, parecía al inicio algo normal y lo había dejado pasar, conforme transcurrían los días, me daba cuenta de que se estaba descontrolando la situación, pues en realidad, me era imposible descubrir la razón para erradicarla. Tal vez -pensé-, tal vez es algo pasajero, mis ideas volverán a fluir como los ríos de babilonia, la sangre correrá de nuevo en mis libros y nadie se habrá percatado de ello, pues el convenio con mi editor era de un libro por año, habían pasado cinco meses desde mi primer bloqueo mental, aun me quedaba tiempo, ¿o no?

Mi nombre, posiblemente muchos lo habrán escuchado, en pláticas nocturnas, entre los relatos más famosos y los aparadores de las librerías más populares, si, ese soy yo, no acostumbro a mencionarlo, pues no siento que sea algo sorprendente, sorprendente –a palabras de mis lectores-, son las historias y el realismo que plasmo en ellas, son como los relatos ideales para cada situación, para cada momento, tan llenos de vida como de muerte, vendía miles de libros, siempre eran agotados por los consumidores en las primeras semanas. 

Me sentía feliz, me sentía poderoso, mi rostro, se alzaba en las marquesinas y los pomposos espectaculares, en las luminarias en las paredes. Era sumamente increíble, yo jamás me lo creía, pero a pesar de ello, no perdí ni un solo día el suelo. Mi manera de presentarme, era la misma, con cortesía y suma cordialidad, mi hogar, con lo necesario, mi vida, con mi bella esposa, una vida ordinaria, lejana de la ciudad y con mi sala de estudio, no podíamos pedir más. Era por eso y por muchas otras cosas que no podía aceptar que después escribir más de una docena de libros, ahora me viera afectado por lo que creí que jamás me sucedería. Lo que me resulta curioso era que siempre hacía el mismo ritual antes de escribir. Si, los escritores tenemos “un ritual” en el que usamos para inspirarnos y sentirnos cómodos para poder escribir una buena o mala historia, pero ese “ritual” nos ayuda a canalizar las ideas y a preparar el terreno del universo infinito. Yo siempre tomaba una taza de té caliente con dos cubos de azúcar y galletas, la música profunda se hacía presente al iniciar, era una rutina tan placentera que el escribir me resultaba tan fácil como mirar a las estrellas y hablar al iré libre en medio de una noche fresca.

Las estrellas siempre eran mis fieles soldados y la noche representaba para mí la liberación de todos los fantasmas y miedos que aquejaban mis estremecedores sueños. Siempre en el mismo sitio, frente a la misma ventana abierta que daba al campo, siempre con la misma taza y el mismo plato, siempre con las mismas canciones, ¿que estaba saliendo mal?

Mi editor me visito aquel día en el que todo sucedió, llevaba un elegante traje negro con corbatín, se sentó en la silla de madera de mi esposa, me miro con recelo y me comento que esperaba lo mejor de mí, siempre daba grandes y jugosas ganancias pues mis ideas eran excelentes para la gente que busca de algo morboso en las situaciones y tragedias interesantes, yo no le fallaba, era su mejor escritor, comento también que esperaba que el libro que estuviera escribiendo fuera el que yo siempre en algún momento llamaba “mi obra maestra”, la cual nunca había podido escribir. Antes de irse, me tendió un sobre, dentro contenía una carta que mencionaba diversas cosas, entre ellas –la parte que más me intereso-. El importe por una cantidad muy atractiva, esos números entrarían a mi cuenta y serían para mí si lograba terminar mi nuevo libro antes de que terminara el año, después de ello salió, lo seguí con la mirada, hasta que simplemente desapareció....(Continua)



jueves, 12 de julio de 2018

Los Amantes de la Luna


Se que tal vez no eres para mí, el mundo no idealizó la pareja correcta ni perfecta, no idealizó personalidades con gustos semejantes, solo nos juntó en una tarde clara con nubes pintadas con imágenes claras y llamativas, con un sol que se escondía lentamente por aquel edificio, dejando sombras a su paso, risas y gritos, no fuimos parte de un plan perfecto.

Sé que tal vez no eres para mí, porque al darme la vuelta, lo hiciste tú también, continuamos en línea recta, a unos pasos, me volví para verte una vez más y vi tu espalda como se alejaba lentamente, despareciendo entre las calles y la obscuridad de la noche. Metí mis manos a los bolsillos y anduve pateando un sentimiento inapropiado y sincero, atentado por mi corazón. Pensando en cómo la vida puede ser caprichosa y como mantiene la vida en un hilo, un sentimiento inefable y prejuicioso. A veces puede ser extraño como nuestras miradas se cruzan todos los días, siempre imperceptibles, siempre invariablemente definidas, ahora desapareciendo las caricias angelicales.

Y si no eres para mí, mi alma, sin duda alguna, y, con razón sincera se volverá profunda, reflejando la vida en unas cuantas palabras…, “Amantes de la luna”. ¿Recuerdas cuando veíamos las tardes sentados e imaginando nuestras vidas futuras? Las escribí con un poco de nostalgia, imaginando que me dictabas cada palabras desde las profundidades de tu corazón. Aquí bajo esta luz tenue y crepuscular, me encuentro dominando los bosques de mis sueños intranquilos, imaginando, solo soñando. Un tonto soñador. Pensado en cómo fue lo que paso. Como fue que nos alejamos.

Así pues, inmerso en un largo y profundo sueño, sentí la presión de tus suaves dedos sobre mis mejillas, al principio reconocido por mi corazón, luego de un tiempo largo, llenaron mi ser con una delicia sensual sin límites, si, con delicia sensual, como aquel sonido dulce al caer del agua de las rosas.

Tal vez no seas para mí. Porque tu seguiste tu camino aseverando que aún no lo conoces y que a tu vida no ha llegado, y yo descubro que después de tanto tiempo aun te extraño y cada palabra que cruzaba por tu mirada, era un paso más para la distancia, que en mis corazón temblaba por tu presencia, que se emocionaba cada vez que te aproximabas, mientras plácidamente el alma observaba estrechamente, este corazón que siguió rápidamente tu perfume, y, aunque en el siglo que ha pasado desde entonces, tu ausencia no ha torturado estos soñolientos sentidos, eh llegado a pensar que inclusive, en el cielo más lejano, sin temor a equivocarme, te pudiera volver a encontrar…



jueves, 5 de julio de 2018

El Trazo de los Sueños


Me despierto tras soñar contigo,
En el primer dulce sueño de la noche,
Cuando los vientos suspiran en voz baja,
Y brillan luminosas las estrellas…

Me despierto tras soñar contigo,
Y un espíritu a mis pies,
Me ha conducido -¿Quién sabe cómo?-
A la ventana de tu cuarto, amor…

Los vientos errantes se desvanecen,
En la oscuridad del arroyo silencioso,
El aroma de las magnolias desfallece,
Como dulces pensamiento en un sueño, la queja del ruiseñor,
Muere sobre su corazón,
Como yo debo de morir sobre el tuyo…

¡Oh, amada como eres!
¡Oh levántame de las hierbas!
¡Muero, me desvanezco, desfallezco!

Haz que tu corazón derrame besos,
Sobre mis labios y pálidos parpados…

Mi mejilla esta fría y blanca ¡ay de mí!
Mi corazón palpita fuerte y veloz,
Oh, apriétalo de nuevo contra el tuyo,
Donde por fin se quebrara en el eterno suspiro,
De esta fría… mi noche…