domingo, 26 de noviembre de 2017

Bajo tu cama (Parte 1/3)

El Informador. Periódico Local.
Noviembre 27, 2001

¿Te has preguntado, que hay, que existe…, que vive bajo tu cama?

Las constantes desapariciones de niños de entre tres y ocho años ha conmocionado al pueblo de Olona. En efecto, esta pequeña ciudad de poco más de diez mil habitantes, esta pasando por un suceso muy extraño, incluso aterrador. Las calles lucen algo vacías, casi no hay gente en las aceras, Los carros por las avenidas, son realmente escasos. Pero lo más extraño, es, que, casi no hay niños.

Me dirigí personalmente a este pequeño pueblo en las orillas de la Capital Este, para cerciorarme, si los rumores de las desapariciones y la ausencia de niños son del todo ciertas, y aun más que ciertas, si éstas tenían relación con sucesos algo más alejados de la mente humana. Pues bien, me aseguré de llevar todo lo correspondiente para mi investigaciones, había ido solo, esto, con el fin de no levantar sospechas. Era mejor una sola persona, pues así, podría tener mayor movilidad y podría pasar desapercibido.

Estas desapariciones había causado un completo caos, pues las familia, desconfiaban de cualquier persona extraña o ajena al pueblo. Dentro de mi visita, me sorprendieron varias cosas, entre ellas los carteles de niños desaparecidos, carteles adheridos a todos los postes de luz y a las paredes en una especie de tapicería mórbida. Fue tan extraño toparme con todo ello, ya que nunca había experimentado tal sensación.

Mi primera impresión al llegar, fue la de una atmosfera extraña, pesada, casi fúnebre, las calles, casi sin ruido, casi solas y vacías, como las de un pueblo fantasma. La gente inmediatamente, identifico que yo era extraño, pues mi semblante y mi manera de andar tan airada, denotaron mi lejanía de este pequeño pueblo, la gente, agachaba la cabeza, o en su mayor defecto, preferían evadirme y cruzar al otro lado de la calle.

Evadían mi andar, y eso, me resulto algo escalofriante, me sentía como un completo aborigen. ¿Qué clase de secretos podían guardar? A veces me daba la impresión de que la misma gente sabía lo que sucedía, pero ellos mismo, preferían evadir los temas, aun cuando sus familias –hijos, sobrinos, amigos- estaban en peligro. Trate más sin embargo hacer un pequeño acercamiento a una pareja de novios sentados en una banca cercas de un parque solitarios. Era un día extraño y de una atmosfera fría. Mi reloj, marcaba las cinco de la tarde.

-Buenas tardes…

Fue lo único que alcancé a decir. Pues inmediatamente la pareja se levantó de la banca en donde se encontraban platicando y sin dar ninguna señal más se alejaron y partieron con un rumbo desconocido para mí.

¿Qué era lo que estaba sucediendo? Aun no lo sabía. Pero llamaba mi curiosidad, cada que descubría las evasiones de estas personas.  Tenía que hacer algo, pues había perdido un día completo y aun no obtenía información útil que me ayudara a aclarar la situación.

Fue entonces que se me ocurrió tomar una de las hojas pegadas en un olvidado muro de color gris, vi el rostro de una niña alegre, de cinco años. Su nombre era Anny Sustraita. Ojos color miel, cabello negro rizado, boca pequeña y sonrisa del mismo tamaño, con un lunar en el labio superior derecho. Había desaparecido aproximadamente hace dos meses. Me sorprendió, cuando en aquella hoja leí que traía puesta una pijama color morada de cuadros. La descripción de la hora de su desaparición mencionaba –lo mencionaré textualmente-:

La última vez que se le miró, fue en su habitación. Después de las diez de la noche, no se le volvió a ver más.

Cuanto me asombro esta descripción, pues no es usual que algo así sucediera. Sin embargo, arriesgándome a todo, llame al número que aparecía ahí. El teléfono timbro una sola vez y al otro lado del teléfono, una voz apagada de una mujer mayor y con un tono desconsolador me contesto.

-Dígame, dígame por favor que sabe algo sobre mi Anny.

La voz se me quebró y de mis labios no salía palabra alguna. Cuanto me alteró escuchar así a una mujer en espera de una divina contestación, en ese instante me sentí algo más que insensible pues, mi llamada era con fines informativos, solo eso. Tenía que responder algo, el silencio permanecía constante sobre ambos lados.

No tuve el valor de decir algo y simplemente colgué.

Me sentí extraño, quería abandonar aquel pueblo de atmosfera fúnebre y desoladora. Miraba a mí alrededor, era la única persona que permanecía de pie en aquella calle solitaria. Los negocios permanecían cerrados. En verdad, sentía que me situaba en un pueblo fantasma. Quería irme, daría cualquier excusa, incluso estaba dispuesto a perder mi trabajo, no quería jugar con los sentimientos de las personas, con el fin de obtener una nota para lectores curiosos o incluso morbosos. Estaba a punto de dar la media vuelta y emprender mi regreso, así, sin más, irme con las manos vacías, cuando a mis espaldas, una mano me tocó el hombro, y sobresaltado di la vuelta con temor.

Era pues, una mujer, no mayo a los cuarenta años. Me miro y una lágrima corrió por su mejilla.

-Usted no es de aquí. –Me dijo con una voz cansada.

-No, debió de percatarse inmediatamente.

-Usted, no es de aquí –Me volvió a repetir.

-No, no lo soy. –le espeté casi inmediatamente.

-Si, no es de aquí. ¿A que ha venido?

-A investigar sobre las desapariciones de los niños – No quería decirlo de esa manera, pero las palabras brotaron de mis labios como una fuente de agua.

-¿Los niños desaparecidos? –Me miraba atormentadamente pero con pasividad en el resto de su cuerpo-. No solo desaparecen, algo, hay algo aquí, algo que se los lleva. Nadie le dirá que es o quien es, por que nadie sabe que es “Ello”, venga. Le contaré, poco de lo que se. Tal vez, le interese.
Me quede boquiabierto, pero me interesaba saber. Así, que la seguí.




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